El relato apócrifo del pseudo-Mateo, que data de finales del siglo VI o principios del VII, nos cuenta que el niño Jesús ('Isa) obtuvo un milagro de camino a Egipto cuando una palmera se inclinó y devolvió a la sagrada familia sus frutos. Entonces Jesús le dijo: "Ponte derecha, palmera, fortalécete y sé compañera de los árboles que tengo en el paraíso de mi padre" y entonces, de las raíces de esta misma palmera, brotó agua clara y dulce, "y bebieron con sus animales y sus criados, dando gracias a Dios" (Pseudo-Mateo 20, 1-2) [1].
Esta tradición de la palmera se encuentra en el Corán, en la sura 'Maryam', donde el niño 'Isa (Jesús) le dice a Maryam: “Agita la punta de la palmera hacia ti: te caerán dátiles frescos y maduros. Come y bebe y deja que tu ojo se seque! En cuanto veas a cualquier mortal, di: ¡Juro al Señor un ayuno y no hablaré con ningún humano hoy!” (s. 19, 24-25)