La historia sólo sería una repetición de cosas ya existentes si nuestro ser no incluyera una apertura a la Revelación. Pero, ¿cómo sabemos si estamos inspirados por el Creador o por un ángel caído, por Shaytán? ¿Cómo sabemos si estamos hablando con una deidad o con una quimera?
La sura "La familia de Imran" nos dice que 'Isa es una “Palabra [Kalima] que emana de Dios” (s. 3, 45). Gracias a la Palabra, la historia no se limita a repetirse, sino que se abre a la realización que el Creador quiere comunicarle.
El Evangelio de Juan dice: “En el principio era la Palabra y la Palabra estaba con Dios y la Palabra era Dios. Estaba en el principio con Dios. Todas las cosas por él fueron hechas, y sin él nada de lo que ha sido hecho, fue hecho… Y el Verbo se hizo carne y plantó su sitio en nosotros” (Juan 1:1-3 y 14), es decir, entre nosotros como un templo vivo, y en nosotros, en el sentido de que Dios nos visita a cada uno en lo más íntimo de nuestro ser.
El último libro de la Biblia relata una visión del mismo San Juan: “Entonces vi el cielo abierto, y he aquí un caballo blanco; y el que lo montaba se llamaba "Fiel" y "Verdadero", y juzgaba y hacía la guerra con justicia. ¿Sus ojos? Una llama ardiente; en su cabeza, muchas diademas; inscrito en él, un nombre que sólo él conoce; el manto que lo envuelve está empapado de sangre; ¿y su nombre? La Palabra de Dios. Los ejércitos del cielo le seguían en caballos blancos, vestidos de lino perfectamente blanco. De su boca sale una espada afilada para herir a los gentiles; él es quien los guiará con un cetro de hierro; él es quien pisa el vino de la feroz ira de Dios, el Dueño de todo. Un nombre está escrito en su túnica y en su muslo: Rey de reyes y Señor de señores”. (Apocalipsis 19:11-16)
No debemos imaginar que la guerra que libra justamente el Verbo de Dios es una guerra en el sentido ordinario de la palabra: su manto está empapado de sangre a causa de su crucifixión; no da la muerte, ofrece su vida en sacrificio; los ejércitos son los de los ángeles y los santos, y la "espada" no está en la mano sino en la boca. Todo lector de la Biblia reconoce que esta espada es la propia Palabra de Dios. Por ejemplo, el siervo sufriente dice que el Señor "ha hecho de mi boca una espada afilada" (Is 49,2).
Antes del Corán, algunos de los judíos no habían aceptado que Jesús ('Isa) fuera el verdadero enviado del Padre. Comenzaron a creer que era a través de la supremacía de Israel sobre las naciones que el mal sería desterrado de la tierra y los malvados derrotados. Algunos de estos "mesianistas" veían a Jesús como el que debería haber realizado este programa en vida, pero como se lo impidió la corrupción de Israel, Dios se lo habría llevado al Cielo antes de la crucifixión; allí esperaría circunstancias más favorables que permitieran su regreso y la realización de esta visión política. Amir Moezzi ha insistido mucho en este aspecto de las expectativas protoislámicas que se encuentra en muchos hadices [1]. Está claro que Muḥammad esperaba el descenso de Al-Masih a la tierra, este Mesías es 'Isa (Jesús), y el contexto es bélico.
Pero en todo esto,¿qué ha sido de la visita del Creador a través de su Palabra (Kalima, Verbo)? ¿Qué ha sido de la Buena Noticia de una Palabra que viene de Dios, y por tanto capaz de vivificarnos y abrirnos un buen futuro, siempre que tengamos fe en ella?
[1] Guillaume DYE y Mohammad Ali AMIR-MOEZZI (editores), Le Coran des historiens, Cerf, 2019